¿Cuántas veces hemos escuchado decir “parece niñita” con una connotación “simpática”, aunque peyorativa? Es una frase muy recurrente, utilizada por generaciones, cuando cualquier persona, indistintamente de su identidad o género, da a conocer su parecer, no está de acuerdo con un acto o afirmación o tiene una reacción más “emocional” que, a ojos de otros, denota debilidad de carácter o exageración. Afortunadamente, esta expresión ya no parece estar tan en boga. Pero, ¿cuál es el problema de ser “niñita”? Ninguno, es parte de la naturaleza humana y es, justamente, la emoción que moviliza y ha movilizado al mundo por siglos, pero que se ha disfrazado con la razón. Por supuesto, existen ciertos comportamientos sociales que nos permiten una convivencia idónea, donde algunas reacciones inesperadas pueden resultar incómodas para el entorno, sin embargo decir lo que uno siente, de buenos modos, no tiene por qué ser un problema. Y si nos ultra sensibilizamos, emocionamos y lloramos, ¡bienvenido! Es la forma en que el organismo logra manifestar lo que ya no es no es capaz de procesar e invade el corazón; y si algo nos molesta, ¿por qué debemos pasarlo por alto?
Está claro que somos distintos entre mujeres y hombres, no tenemos porqué ser iguales, nuestra mente funciona distinto, dependiendo también de la identidad, y eso es maravilloso. Ninguno de los dos está mal, tan sólo “somos”, es un hecho, y ambos seres humanos coexistimos. Ellos -en general-, son de pensamiento práctico y lógico, en cambio, nosotras, diseccionamos analizando cada situación, atando cabos, involucrando emociones, sopesando probabilidades, todo a la vez. Por eso, resulta aún más abrumador cuando es justamente otra mujer quien dice “no seas niñita”, porque es negar la propia naturaleza, es decir que ser quienes somos está mal, cuando no lo es. Respetémonos y no nos escudemos en una coraza masculina, no es necesario y tampoco nos hace más valiosas.
Ser “niñitas” también aplica al liderazgo, el modelo no es uno con características masculinas, como se ejerza, tiene que ver con quienes somos. Cada cual es capaz de aportar muy bien desde su propia vereda. Habilidades como escuchar, crear y animar un equipo, son aplicables para mujeres y hombres, solo que, por lo general, los hombres son más directos, pero no por eso menos considerados y, las mujeres, por el contrario, consideramos al otro con todo su entorno y no solo por su “rendimiento”, incluso, en muchas ocasiones, tenemos una visión más maternal -y está bien, es propio de la naturaleza-, y esa perspectiva también se integra a la ecuación para tomar decisiones. Y no está errado, solo es.
Indudablemente, también es muy de nosotras el desarrollo de la intuición, bastante menospreciada por el sentido común, pero infinitamente útil. ¿Cuántas veces la razón nos ha dicho SÍ y la intuición, NO? Y le hemos hecho caso a la mente, porque nos enseñaron que era lo correcto. Resultado: Un desastre y viceversa. No obstante, cada vez ponemos más atención a ese sentido que nos alerta de “algo” y que los ojos ni la razón pueden ver con claridad o bien, son engañados por una buena puesta en escena, pero es esa sensación de incomodidad es la que realmente nos orienta. Esta intuición también nos ha llevado, históricamente, a cargar con el apodo de “brujas”.
Así, cada día nos convertimos en más “niñitas”, una característica que debemos aceptar con orgullo, como un reconocimiento a nuestra naturaleza mágica, sutil y bella.
Agregar un comentario