Viviana tiene 44 años y una hija de 18 que, hace menos de un año decidió irse a vivir con su pololo. Un golpe duro para Viviana que es un tanto chapada a la antigua y quería estar junto a su hija un poco más de tiempo, al menos hasta que terminara sus estudios. Su mayor temor era que su hija no continuara desarrollándose a causa de la relación. Pero eso no sería todo, hace dos años se había separado tras 18 años de matrimonio de altos y bajos. Un cambio de vida que no esperaba..
La relación terminó porque él “decidió por su mamá”. Su exmarido, el menor de la familia, no pudo resistir la idea de estar lejos de su madre, quien, según Viviana, era una mujer tremendamente manipuladora en su propio beneficio. Manejo que su exmarido no fue capaz de ver ni lidiar. Fue tras esa gran diferencia que Viviana, junto a su hija, decidió volver a vivir con sus padres, dos personas mayores de 80 años. Su hermana vive en Concepción, junto a su familia, hace ya un tiempo.
Así fue como se consolidó como profesional. “Desde que me separé ya no me tuve que preocupar por el tiempo ni trabajar demasiado y esto me permitió un desarrollo total”. Como podóloga, trabaja en un centro médico, atiende en su casa y hace domicilios. No tiene horario, solo ella sabe cuándo dejar de contestar el teléfono para descansar. Reconoce que se le ha pasado un poco la mano porque pasa del trabajo a la cama sin pausa ni hacer nada más.
Los dos años desde su separación pasaron en un pestañeo. De tanto trabajar para “no pensar” pasó a un sistema de vida, donde no le interesa volver a tener una pareja, no está dispuesta a hipotecar su tranquilidad, y es un tema que no le preocupa.
La última vez que habló con su marido fue hace seis meses. Sin embargo, de manera inesperada recibió una noticia que la derrumbó, había fallecido y nadie le avisó ni a su hija ni a ella que estaba gravemente enfermo.. Sintió mucha tristeza y un gran sentimiento de impotencia “¿por qué nadie me lo advirtió?“. Siempre se quedaría con la duda, nunca sabría realmente si él le quiso decir algo o no. Y si bien habían dejado de comunicarse porque él la hostigaba diciéndole que ella tenía a otra persona, negándose a aceptar las verdaderas razones de la separación. Viviana nunca se imaginó cómo terminaría la relación.
“Desde que nos separamos decidió ponerse a tomar”, y así fue como empezó a enfermar gravemente con una cirrosis fulminante que lo mató en silencio y soledad.
A un mes de sepultarlo aún no se atreve a visitar el cementerio, todavía no se conforma con la realidad. A pesar de sus diferencias aún no asume que ya no estará más porque en el fondo tenía la secreta esperanza de que “iba a cambiar”.
Sin embargo, se levanta cada mañana para seguir trabajando. No sabe por qué Dios le ha puesto tantas pruebas estos últimos años. Lo único que tiene claro es que debe continuar, levantarse y cargarse la vida al hombro porque nació resiliente y necesita ponerse a prueba ella misma, constantemente, para reafirmarse de que no va a caer jamás.
Agregar un comentario